αν θα πεθάνουμε εδώ, γιατί έτσι είναι η ζωή, καμιά μέρα κάποιος θα πεθάνει, θέλουμε να μας στείλουν στην πατρίδα μας, κοντά οικογένεια μας, δε θέλουμε να κάτσουμε στα ψυγεία με αριθμό
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These hunger strikers are the martyrs of Greece Asylum seekers willing to die in the face of expulsion after shame and exploitation bear witness to a higher truth than life
These hunger strikers are the martyrs of Greece
Asylum seekers willing to die in the face of expulsion after shame and exploitation bear witness to a higher truth than life
Costas Douzinas & Hara Kouki
As the world follows the north African revolutions with bated breath, a less public north African revolt and tragedy is taking place in Athens and Thessaloniki. Three hundred non-documented migrants, mostly from the Maghreb, have entered the 35th day of a hunger strike. Many have been taken to hospital in pre-comatose condition and are reaching a state of non-reversible organ failure and subsequent death.
These are people who have lived and worked in Greece for up to seven years. They picked olives and oranges, they looked after the old and the sick, they worked on building sites and orchards for a fraction of the minimum wage. After years of exploitation and humiliation, they are now told they are no longer wanted because of the economic crisis. They must go back voluntarily or be deported. Immigrants are the double victims of boom and bust in Greece. Now they are deemed to be surplus to requirements, to be disposed of like refuse.
What do the hunger strikers want? To make Greeks notice their meagre existence, to ask for basic labour protections and minimum living conditions. They ask at least for the recognition that they live and work in Greece but are treated worse than convicts on chain gangs. They are saying: “We the invisible, uncounted and undocumented are next to you, we worked for pennies and are part of who you are and what your government is doing to you.” They are people punished not for what they have done (criminality or illegality) but for who they are. They are homines sacri – legally nonexistent and therefore non-persons, meaning they can be treated in the most cruel way by the state, employers, landlords and the xenophobic minority.
The Greek government rejects their demands but claims that it fully respects human rights. Rights belong to humans, we are told, on account of their humanity and not of narrower memberships such as nation, state or group. This is a comforting thought. But the treatment of the sans papiers shows these claims to be ideological half-truths. In theory, human rights are given to all humans, in practice only to citizens. This is further confirmed by the treatment of asylum seekers. In January, the European court of human rights held that sending refugees back to Greece amounted to torture and inhuman and degrading treatment because of the appalling conditions of detention in immigration camps.
Greece virtually never gives political asylum to refugees. Other European states, including Britain, will no longer return asylum seekers to Greece. The Greek government has been condemned as a violator of the basic dignity of the wretched of the Earth. This is a sad conclusion for a country last condemned for systemic torture in the 60s during the dictatorship of the colonels. Many of the governing party members, including the prime minister, George Papandreou, found refuge during that dark period in foreign countries.
The hunger strikers are martyrs in a double sense. In Greek, martyr means both witness and sacrificial victim. They bear witness to higher truths than life, they state that life is worth living if it is worth dying for. In this sense, the strikers are exercising what philosophers from Rousseau to Derrida consider as the essence of freedom: acting against biological and social determinations in the name of a higher truth. Sacrifice means sacrum facere, making the ordinary sacred. It bridges everyday life with what transcends it. The truth the hunger strikers defend at the personal level is dignity – what makes each person unique in our common humanity. Individual identity is built through the reciprocal recognition others give to self and self to others. I feel good to the extent that my intimate and remote friends consider me such. The absence of basic rights of work and life for the sans papiers leads to absence of all recognition making them less than human.
What is justice? We are surrounded by injustice but we don’t often know wherein justice lies. In Greece, justice has miscarried in the IMF measures and the Athens ghettos, in the unemployed and the salary cuts for the low-paid and pensioners, in the treatment of the refugees and the wall built to keep the poor out and the Greeks in.
Protesting against the worst injustice and abuse, asking to be seen, heard and acknowledged in a minimal way, even if they need to go to death for that, is the greatest service the sans papiers offer to Greece. By resisting their dehumanisation, they become free and fight for the honour of Greeks against the iniquities of their government. They also remind the millions of sans papiers around Europe that after Tahrir Square they can also take their fate in their hands and resist the racist policies of European governments.
• Hara Kouki helped in the development of this article
http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2011/feb/28/hunger-strikers-greece-asylum-seekers
Huelga de hambre de migrantes en Grecia “Acabaremos con tarjetas de residencia o muertos”
El pasado 25 de enero, 250 migrantes se concentraron en Atenas y 50 en Tesalónica– la segunda ciudad más grande del país– para iniciar una huelga de hambre, con la finalidad de que se les otorgue permiso de trabajo y de residencia, entre otras demandas. Hoy su vida corre peligro.
Fotos: Olmo Calvo/Diagonal
Atenas, Grecia. “Somos migrantes de toda Grecia. Vinimos aquí acechados por la pobreza, el desempleo, las guerras, las dictaduras. Las multinacionales del Occidente y sus siervos políticos no nos dejaron otra alternativa que arriesgar nuestra vida diez veces para llegar a las puertas de Europa. Estamos en una situación de clandestinidad, de falta de dignidad para que los patrones y el Estado se beneficien de la explotación salvaje de nuestro trabajo. Vivimos de nuestro sudor y con el sueño de conquistar algún día los mismos derechos que nuestros compañeros griegos.
Últimamente las cosas se están poniendo duras para nosotros. A medida que los salarios y las pensiones bajan y los precios suben, los migrantes son presentados como los culpables del empobrecimiento y la explotación de los trabajadores y micro-empresarios griegos. La propaganda de los partidos y organizaciones fascistas y racistas se ha convertido en el lenguaje oficial del Estado sobre la migración. […]
No tenemos otro medio para que nuestra voz se escuche, para que sepan cuáles son nuestros reclamos. Trescientos de nosotros empezamos una huelga de hambre. Arriesgamos nuestra vida, porque de por sí ésta no es una vida digna de vivir. Preferimos morir aquí que nuestros hijos tengan que vivir lo que nosotros hemos vivido”.
Enero de 2011
La asamblea de los migrantes en huelga de hambre
Estas frases resumen los sentimientos de la gran mayoría de las personas que han tenido que dejar sus tierras, sus hogares y sus seres queridos para buscar una vida mejor en alguno de los países del norte. Como en otros países, el trabajo semi-esclavo de los migrantes en Grecia ha sido uno de los factores clave del crecimiento económico de la década del 2000. Todo ello en la época dorada de los Juegos Olímpicos, en cuyas obras faraónicas perdieron la vida decenas de trabajadores migrantes. Ahora, en tiempos de crisis, cuando se están perdiendo conquistas que datan del inicio del siglo veinte, esa mano de obra barata ya no es necesaria. Es más, sirve de chivo expiatorio para la pobreza y el desempleo de la población griega.
La falta de empleo y el aumento del trabajo negro hace que miles de personas que antes tenían una vida estable no puedan demostrar los 200 días de trabajo al año que son requeridos para la renovación de su tarjeta de residencia. Este es el caso de la mayoría de los trabajadores migrantes en huelga de hambre. Por otro lado, el aumento de los flujos migratorios provenientes de los países asiáticos y africanos y el reforzamiento del control en los países al Oeste de Grecia convierte al país en una inmensa cárcel para las personas sin papeles. Miles de migrantes sin trabajo, sin casa, deambulan por las calles de los centros urbanos buscando en la basura algo para comer o alguna chatarra que puedan vender. Esta triste imagen, junto con el colapso de los servicios sociales, alimentan el discurso racista y xenófobo que trata de desviar la atención de la población griega y volcarla contra los más débiles.
En este contexto, el 25 de enero, 250 migrantes deciden concentrarse en Atenas y 50 en Tesalónica– la segunda ciudad más grande del país– para empezar una huelga de hambre. Entre otras cosas, demandan que se les vuelva a otorgar permiso de trabajo y de residencia, que se desvinculen esos permisos de los días que una persona haya trabajado y que se vuelvan a regularizar todos los migrantes que por haber trabajado menos han perdido sus papeles.
En Tesalónica los migrantes se alojan en el edificio del Centro de Trabajo. En Atenas ocupan, con el consentimiento de la asamblea de los y las estudiantes, la Facultad de Derecho. La decisión de instalarse en un espacio universitario y el hecho de que por primera vez una cantidad tan grande de migrantes se organizaran para reivindicar sus derechos, encolerizó al gobierno y a sus medios de propaganda. Por un lado, no se les podía reconocer la condición de sujetos políticos, con demandas propias. Por otro lado, era inaceptable que se refugiaran en el asilo académico –constituido en 1974, después de la caída de la dictadura, como un amparo contra los abusos del poder. Por lo visto, su uso era reservado sólo para la población griega. Los dos primeros días, la presión mediática al rector para que derogara el asilo –la única persona autorizada a hacerlo– fue enorme. En ella se sumaron los partidos de la izquierda institucional, que se precipitaron a manifestar su apego a la legalidad. Con las fuerzas especiales de la policía rodeando la Facultad y amenazando con invadirla, los 250 migrantes tuvieron que salir a las cuatro de la mañana para instalarse en un edificio que un particular les había cedido.
El 25 de febrero, a 32 días en huelga de hambre, muchas cosas cambiaron. Primero, desde que los migrantes abandonaron la Facultad de Derecho, su lucha transcurre bajo un silencio absoluto mantenido por todos los medios de comunicación oficiales. Por otra parte, el movimiento de solidaridad, nacional e internacional, crece cada día más y trata de abrir huecos en este silencio e informar a la sociedad griega sobre las demandas de los migrantes en huelga de hambre y sobre la situación de miles de personas sin papeles. Desde el primer momento hasta hoy, cientos de personas se turnan las 24 horas del día para estar al lado de los migrantes. Tanto para ofrecerles su apoyo en asuntos prácticos y crear un escudo humano en torno a ellos, como para difundir su lucha. Todos los días, un amplio abanico de acciones se están llevando a cabo de forma simultánea en todos los rincones del país: desde manifestaciones y conciertos, hasta ocupaciones de medios de comunicación y de edificios públicos, declaraciones de apoyo y ruedas de prensa de intelectuales, artistas y sindicatos de base.
El gobierno griego, por su parte, sigue intransigente. Temiendo que si cumple las demandas de los migrantes dará una imagen de debilidad, mantiene una actitud de espera. Alimenta la esperanza de que los migrantes acepten las migajas que les ofrece para despistarlos o que abandonen la lucha ante el miedo de un desenlace trágico.
Al momento de escribir estas líneas (25 de febrero), los migrantes siguen firmes en su decisión de seguir hasta que se cumplan sus demandas. Consumiendo solamente agua, azúcar y sal, el peligro a que sufran daños irreversibles en sus órganos vitales es ya presente. Actualmente 14 de ellos se encuentran en el hospital. No obstante, con su determinación y su organización dan lecciones de dignidad. En estos momentos en que los poderosos tratan de desfigurar el mapa social y la gente de a pie mira perpleja cómo sus vidas están siendo saqueadas, la victoria de los “nadies”, de los que nunca han tenido voz, volverá a llenarnos de esperanza y volverá a recordarnos el valor de las luchas sociales y de la solidaridad.
El 27 de febrero, a 34 días en huelga de hambre, algunos de los migrantes decidieron dejar de tomar agua, sal y azúcar. Esto hizo que en ese mismo día, 16 de ellos tuvieran que ser trasladados al hospital.